Al comenzar a ascender hacia la ladera de la Sierra de Hoyo de Manzanares, aún se ven en el cielo las imponentes figuras de Orión, Tauro, el Áuriga… Casiopea ha dado desde anoche media vuelta alrededor de la Polar y Andrómeda la sigue, cruzando ahora el cielo sobre Los Picazos.

A lo lejos, despidiéndo ya la noche y nuestra sierra, se escuchan los gorgeos de los chotacabras europeos (Caprimulgus europaeus) que está pronto a iniciar su migración hacia tierras más cálidas.

Un poco más adelante oimos golpes de un animal grande tratando de superar la verja de una finca para perderse de nuestra vista. Podemos intuir su sombra buscando un hueco por el que escabullirse. Más tarde confirmamos que se trataba de un venado (Cervus elaphus) al cruzarse en nuestro camino, pararse unos segundos a mirarnos y desaparecer en la espesura, dos hembras de esta especie.

Nuestros pasos espantan a un mirlo común (Turdus merula) que alza el vuelo dando su grito de alarma.

A medida que seguimos ascendiendo el sol va sonrojando el horizonte del este anunciando su llegada. Los primeros Petirojos (Erithacus rubecula) chasquean a nuestro paso lo que para ellos debe ser un amenazante: «fuera de aquí forastero, este es mi territorio» y a nosotros nos suena como un simpático: «buenos días»

El gallo del Aula Apícola de la Sierra de Hoyo de Manzanares nos anuncia la pronta llegada del día. Y en la lejanía escuchamos cloquear las perdices rojas (Alectoris rufa)

Desde las lanchas graníticas podemos disfrutar del amanecer sobre la gran urbe y vemos cómo poco a poco se van apagando sus luces. Esto nos da que reflexionar. Habrá muchos allí que, como nosotros no hace tanto, se meten de noche en el metro a la puerta de su casa para salir de día, en la otra punta de la ciudad, a la puerta de su trabajo. Y damos las gracias por poder disfrutar de este espectáculo natural.

El sol ya ilumina nuestro camino y nos sorprende una piedrecilla cruzando la trocha. Al fijarnos con detenimiento vemos un pequeño sapo partero (Alytes cisternasii)*, de no más de tres centímetros, huir de nuestras pisadas y esconderse bajo una roca.

* Fe de erratas.- donde pone sapo partero (Alytes cisternasii) debería poner, según me corrije el excelente naturalista Javier Gómez Aoiz, sapo corredor (Epidalea calamita) Nos despistaron al consultar la guía las manchas anaranjadas pero fallamos, al parecer, en mirarle a los ojos pues la posición de la pupila es una buena guía para diferenciar estas dos especies. Qué suerte estar rodeados de gente que sabe tanto sobre la naturaleza y que tiene la generosidad de compartirlo. Moraleja: hay que mirar a los ojos y escuchar a los que saben más.

Hoyo de Manzanares

Sapo partero (Alytes cisternasii) Sapo corredor (epidalea calamita)

Con la luz del sol se multiplican la actividad y la algaravía de las aves en el encinar. Los pinzones vulgares (Fringilla coelebs) nos lanzan su inquisitivo «¿tui?» y de vez en cuando se dejan ver en su posadero.

Los herrerillos capuchinos (Lophophanes cristatus) nos saludan con su chirrido desde la espesura de los enebros.

Ya vamos bajando hacia el pueblo y podemos ver y escuchar también a los papamoscas cerrojillos (Ficedula hypoleuca) que hacen aquí un alto en su largo camino hacia África. Y alguna curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala) nos llama la atención con su trino gangoso desde la copa de una encina.

Nos sorprende lo que parece una flor de jara pero al acercarnos vemos que se trata de un pañuelo de papel enredado en las ramas. Al ir a recogerlo para echarlo a nuestra bolsa de basura descubrimos tras él esta hermosa antaxius spinibrachius* a la que dejamos en el suelo para poder tirar el papel.

*Fe de erratas: Nos corrije Miguel Domenech en Biodiversidad Virtual, indicándonos que no se trata de antaxius spinibrachius sino de thyreonotus bidens. Con este sí que nos tiramos a la piscina y nos pegamos un tripazo.

Hoyo de Manzanares

Antaxius spinibrachius Thyreonotus bidens

Las bandadas de rabilargos (Cyanopica cyanus) saltan de un lado a otro del encinar como pandillas de adolescentes que se ríen de alguna gamberrada que han hecho mientras las urracas (Pica pica) les regañan con sus graznidos de vieja aguardentosa.

Ya llegando al pueblo, con el sol alto, vemos los colirrojos tizones (Phoenicurus ochuros) agacharse y espigarse como danzando en los muros. Los estorninos (Sturnus unicolor) desde las antenas de las casas imitan a las oropéndolas, a los gatos y casi todo lo que se escucha en los alrededores.

Hoyo de Manzanares

Colirrojo tizón macho (Phoenicurus ochuros)

Tiramos en el contenedor la bolsa de basura que hemos recogido por el camino. Hoy también el campo está más limpio después de nuestra visita.

Hoyo de Manzanares

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Y volvemos a casa con el amanecer resonándonos en el corazón y el alma lista para un nuevo día.